Tul.

He encontrado la cosa más bella
La he encontrado en un cajón
La más simple y precisa
Escondida en mi habitación


Amarilla de tiempo, silenciosa
Polvorienta, olvidada, sutil
Gris, ardiente, como ceniza
Alegre y nostálgica, feliz


Como el abrazo de los hermanos
Las despedidas de los amantes
El disparo de los recuerdos
Como el beso plúmbico de los fusiles


Un cuadrado pequeño y brillante
Una ventana o quizá un portal
Nos lleva a tiempos ya muy distantes
Y uno no sabe si reír o llorar


Una foto vieja, amarilla, feliz
Me ha llenado de azul la noche
Me ha robado el sonido de la voz
Me ha quitado el rocío de los ojos.

dis is gudbai

Bueno chavos. Seré breve. Cierro el blog. No sé si sea permanente, pero sé que ya escribí todo lo que tenía que escribir para ustedes. Les agradezco a los 3 lectores que siguen desde el principio, desde Pié de Página. Pasamos muchas cosas juntos, esta página y yo; pero creo que es el momento para darle fin a esta relación. 

La mia allegrezza è la manicomia

Creo firmemente que el dolor nos hace mejores personas.

Estoy completamente convencido que las personas melancólicas y taciturnas, amargadas y solitarias poseen una ternura enorme que las personas falsamente risueñas y contentas jamás podrán alcanzar. Hay cierto encanto en la melancolía que te hace ser un poco más terrenal y apreciar mejor las cosas, desde el café de la mañana hasta el saludo de los amigos.

Sufrir te baja de huevos.

Yo creo que las personas deprimidas son los seres humanos más nobles que existen, con sus problemas y todo, les aseguro que un hombre triste les dará el regalo más preciado que tenemos: La confianza. Y sin que ustedes la pidan. Eso es algo que los hombres felices y contentos jamás podrían hacer, supongo que se debe a que los hombres felices tienen miedo de estar tristes. Pero les aseguro que no tiene nada de malo comulgar con la melancolía y la amargura, es un compromiso simple y leal con la humildad y el cinismo. La melancolía, sabiéndola llevar con humor, nos da una visión del mundo distinta y única.

El dolor nos hace más humanos y si es lo suficientemente fuerte nos da la oportunidad de reflexionar sobre nuestro pasar en la vida de los demás, porque te pones a pensar que no le desearías a nadie lo que tu sientes o piensas, ergo, te vuelves mejor ser humano. Estoy seguro que si supiéramos llevar ese dolor y encausarlo, en lugar de evitarlo, podríamos hacer cosas extraordinarias, curar el cáncer, solucionar el hambre, encontrar el amor, revivir a Colosio, yo que sé. 

He sido muy melancólico la mayor parte de mi vida, últimamente he intentado llevar un estilo de vida más alegre y jovial, pero siempre regreso con esa bella dama llamada melancolía, sólo que antes era un joven enamoradizo e insensato así que terminaba yéndome por el mal camino de la amargura; pero creo que ya llevamos una relación sana y no tan tormentosa como antes. Le doy su tiempo y le doy su espacio, dejo que me diga lo que me tiene que decir y continúo mi camino, en lugar de esperarla sentado como solía hacerlo.

Y ese dolor pequeño y ardiente que me deja en ése músculo fantástico que dicen que está en el pecho (pero en realidad se encuentra en la silla turca, en mitad de nuestro cerebro), es como el que sienten los niños en los huesos cuando están creciendo, porque me está pasando lo mismo: Estoy creciendo.

La melancolía es la etapa de crecimiento creativo, sentimental y espiritual más importante.

 Estoy creciendo mucho y a diferencia de mucha gente, esto no me causa pesar alguno. 
Debí haberme ido a Cuba cuando pude.

It's so easy to laugh..

Hoy me dijeron que no entienden mi forma de ser. Dicen que soy muy tranquilo y muy pasivo, que debería enojarme más seguido, no ser el pendejo de todos. Que debería tener un poco de "carácter" y dejar de actuar como si no me pasara nada. Que no es sano estar así.

Saben qué pienso?

Que eso es lo fácil. Ese es el camino sencillo. Digo, alguien te hace mierda y lo mandas a chingar a su madre, te encabronas, haces una rabieta, lo insultas y le deseas lo peor. Qué sencillo. Eso hacen todos.

Saben qué es lo difícil?

Es difícil poner la otra mejilla. Es difícil sonreírle al que te patea el culo. Eso no todos lo hacen. No cualquiera le desea el bien a los que nos hacen mal. No lo hacen de verdad. Es difícil ser amable y ser cordial con el que te insulta y te hace menos. No es fácil perdonar al que te echa mierda encima. Saben por qué es difícil? Porque se necesitan verdaderos HUEVOS y verdadero CARÁCTER para ser amables con los demás, ser grosero cualquiera puede hacerlo, reírse de los demás, todos lo hacen. Perdonar, perdonar es quitarte la mitad de la mierda que te echan encima y ponerla en el piso, no devolvérsela al que te la puso. Se necesita verdadera FUERZA para ser amable. Se necesita verdadera FUERZA para no odiar.

asdfghjk

There comes a time in a man's life when to get where he has to go -if there are no doors or windows- he walks through a wall
                                                                                                                           Bernard Malamund

 A mi siempre me han dicho, desde pequeño, que a un hombre lo definen sus acciones, nunca sus palabras. Tengo tatuado el Factum non Verba en los cimientos de mi infancia.

No puedo decir que mi familia está llena de genios o de grandes doctores, comerciantes, políticos o artistas. No, en mi familia sólo hay un tipo de gente: Gente de lucha, gente que sabe trabajar por lo que quiere. Estoy orgulloso de esos genes, a veces llego a pensar que cuando siento que no puedo hacer algo, los miles y miles de ancestros antes de mi llegan y me susurran al oído, me dicen: Hazlo.

Sé, y esto lo veo como una verdad innegable, que cualquier persona es capaz de hacer lo que su mente desee. Si su voluntad es grande, grandes deberán ser sus actos.

Somos producto de millones y millones de años de evolución y de cuidadosa selección de las mejores características, lo único que podemos hacer para honrar a nuestros ancestros es arriesgarnos a vivir de la manera más gloriosa posible, tomando todos los riesgos, ganando la mayor cantidad de batallas. Y si hemos de morir debemos hacerlo luchando y sin cadenas en las manos ni vendas en los ojos.

Hemos nacido libres.

Hoy soñé.

Hoy soñé que estaba en un lugar oscuro, lleno de toda la gente que conozco. Todos estábamos felices, al parecer era una fiesta o algo así. Yo te estaba buscando.
Preguntaba por ti y me decían que estabas del otro lado de la habitación, que habías salido al baño o que estabas platicando con tal.


Seguí buscándote, encontré a mi pasado y lo saludé con cariño, me despedí de ella y le pregunté por ti. Me dijo que habías salido del lugar.


Entonces salí, solo, a buscarte. Y había mucha luz, y había un zumbido en mis oídos. Entonces pensé que había explotado un misil nuclear cerca o algo así, porque sabía que me había quedado ciego y sordo. No sé si te encontré. Creo que no lo hice, ya no lo recuerdo.

Elucubraciones de un adicto al Jet-set

Jamás he sido un galán, jamás me han llovido las mujeres y no hay una fila de chicas peleando por mi afuera de mi casa. Vaya, ni siquiera recuerdo que hubiese una mujer que haya dicho: "Vaya, ese tipo se ve guapo, me le acercaré", tengo muy mala suerte en eso de las mujeres.
Sé que no soy muy guapo, no tengo dineros por montones, mucho menos el coche del año. Pero sé una que otra cosa sobre aquellos seres de cabellos largos y faldas cortas (sonó muy misógino, pero en mi mente se leía genial); dice mi mejor amigo que yo sólo pienso en dos cosas, en problemas y en mujeres. Y bueno, eso es lo primero que sé de las mujeres: son un problema.

No son un problema terrible como las guerras o el hambre, pero son un problema. Al principio intenté enfrentarme a esa situación como enfrento la mayoría de las situaciones: No tomándolas tan en serio. Y entonces empecé a salir con mujeres y a conocer mujeres y a besar mujeres, pero sobre todo empecé a querer a las mujeres. No contaba que ellas querían enseñarme la segunda cosa que sé de las mujeres y dejar inutilizable mi estrategia de no tomarlas tan en serio: Las mujeres están locas.



Todas.
Sí, tú también.


También tu mamá.


Tu hermana tiene vagina? Está loca.


Tienes novia? Loca también.


Locas. Todas.


Pero platicando con esta mujer (también está loca) me dí cuenta que no todas están locas por las mismas cosas. Algunas están locas de celos, locas por los hombres, locas por el dinero, locas de atar, locas por robarte el corazón para luego dejarlo en la calle a que le pasen tres camiones de volteo y luego devolvértelo hecho mierda y decirte "ay, es que eres mi mejor amigo", locas en fin. Así que decidí enfrentarme a esta otra situación haciendo lo que mi corazón (lo curioso de mi corazón es que se encuentra en mi pene) me dijo: Tomar a las mujeres en serio. Entonces me acerqué a un espécimen extraño llamado "La mujer que es tu amiga" y empecé a escuchar sus consejos, me decía que tenía que cuidar a las mujeres, liberarlas del yugo de los hombres, protegerlas de las injusticias porque son como frágiles pétalos de un crisantemo en un pantano de hombres. Y así lo hice, y siempre obtuve la misma respuesta: "Rafa, eres un buen chico, pero no eres lo que estoy buscando."

Fue como a la quinta vez de escuchar la misma letanía que aprendí la tercera cosa que sé sobre las mujeres, además de la cuarta: Las mujeres no saben lo que quieren.



Y si lo saben, no saben como pedirlo. Al menos en lo que hombres respecta, piden igualdad y al mismo tiempo piden facilidades, piden ser tratadas como damas siendo groseras con los hombres (no todas, aclaro), piden sexo y luego dicen sentirse usadas. Ahí fue cuando aprendí la cuarta cosa que sé sobre las mujeres: Las mujeres no son frágiles pétalos de crisantemo en un pantano de hombres. Las mujeres son unas cabronas. Les gusta jugar con su comida, son (citando a Sabina) inocentes y perversas como un mundo sin dioses.


Dice Arthur Schhopenhauer que las mujeres son seres que están atrapados entre el ser adultos y niños. Yo sé que Arthur era un misógino de lo peor y también sé que era muy cuate de un fulano llamado Emil Cioran, del cual rescato esta cita:

"Ningún hombre escoge la vía del sarcasmo sin la ayuda de una enfermedad venérea o una mujer intratable"

Cuando hablaba sobre Diógenes (JA! Acabo de hacer un combo gigantesco de Cínicos).



Fue después de aprender todo esto que me armé de valor y me enamoré otra vez con un plan diferente ideado sobre lo aprendido: A las mujeres hay que decirles mentiras para tenerlas contentas.


Entonces fui feliz por un rato.


Y de ahí me cayó chahuiztle y me llevó la chingada.


Las mujeres mienten, mienten más que los hombres por una sencilla razón: Las mujeres hablan más, tienen más oportunidades de mentir. Pero, yo creo, que las mentiras de las mujeres son más cabronas, yo mentía sobre mi paradero para ir de vez en vez con los cuates por la cerveza o por un cigarro cuando estaba estresado. Pero las mujeres mienten sobre cosas grandes!

Yo veo el acto de mentir como construir el soporte de algo, si va a soportar algo pequeño no hay problema, como una canasta que lleva flores, puedes llenar tu canasta de flores (pequeñas y olorosas mentirillas) y llevártela tranquilo, sin dañar a nadie. Pero las mujeres quieren meter un PUTO elefante en la canasta. Cuando yo mentía sobre llegar cansado, ella mentía sobre la cornamenta que empezaba a crecerme en la mollera.



Ahí fue cuando aprendí la quinta cosa que sé sobre las mujeres: Con las mujeres nunca se gana, sólo se retrasa tu derrota. Fue entonces cuando reconsideré el plan de acción y me dije: "Bueno, por qué si de todos modos voy a perder, por qué me esfuerzo en entender a las mujeres?" 


Fue en ese momento, ese precioso momento cuando aprendí algo, no sobre las mujeres, sino sobre mí, la verdad más profunda de todas, y creo que muchos hombres podrán identificarse con mi caso:


No sé pinche nada sobre mujeres.




Sucio de tiempo



El momento que espero con más ansias en el día son esos veinte minutos que paso en la cama antes de dormir, esos veinte minutos son mi pan de cada día. Pienso siempre en todas las cosas que fueron y que ya no son, en mis errores, casi siempre pienso en mis errores, trato de decirme "Hey, sólo duerme, mañana tendrás otra oportunidad de hacer mejor las cosas" pero últimamente el flagelarme psicológicamente se me ha hecho adicción, por lo menos en esos veinte minutos. Supongo que pasa porque es cuando estoy más vulnerable, en esa cama no hay amigos, no hay abuela, no hay videojuegos y no hay libros, sólo está Rafael y su cabeza.

Hoy estaba rumiando la mierda habitual cuando se me ocurrió una brillante idea: Tratar de recordar en que momento mi vida empezó a girar fuera de control. Aún lo recuerdo. Fue un miércoles.

 Yo regresaba de la escuela, sabía que era lo que tenía que hacer, no estaba cansado, no estaba hambriento, no estaba triste, no tenía excusas. Sólo no hice lo que tenía que hacer.

Auto-sabotaje en su mejor expresión y ¿Por qué?

Culpa, chamacos. Culpa. De todas las cosas malas que hice, ese maldito pensamiento de ¿Por qué una persona tan horrible como yo merece ser feliz?  fue lo que me hizo detenerme por un momento, fue cuando decidí que quería que mi vida y mi esfuerzo, mucho o poco, se fuera a la mierda. Y ¿De dónde salió ese maldito pensamiento y esa puta culpa?

De esos veinte minutos que pasaba pensando, en lugar de pasarlos intentando mejorar, intentando perdonar al mundo y a mí.

Y entonces escribí esto. Porque necesitaba decirme:

Rafael. No es tu culpa. Nunca lo fue. Tú mereces ser feliz, tú más que nadie lo merece.
Eres un hombre fuerte, eres un hombre bueno. Y aunque todos te manden al carajo, yo siempre estaré orgulloso de ti. Tú vales más que esos veinte minutos. Duerme tranquilo.


Y ya.

Zapatos de tierra

Han salido a correr?
Es algo diferente, no creen? Yo solía hacerlo, a veces lo hago. Pero es como escribir, sólo cuando me dan ganas o no puedo con lo que tengo dentro de la cabeza y tengo que sacarlo, ya sea en sudor o en tinta. Pero correr, correr me cambia las cosas.

Vivo en una ciudad con mar, casi siempre está soleado, pero en noviembre y en diciembre entran los frentes fríos y con ellos llegan vientos con mucha fuerza, levantan la arena de la playa y la sacan a las calles y a las casas cerca del mar. Es impresionante pararse frente a ese inmenso titan de agua y sal, sentir como puede destruirte en segundos si te atreves a enfrentarlo, sentir como la arena te lastima la cara y el viento se burla de tus intentos de mantenerte quieto.

Siempre que iba a correr a la playa en noviembre/diciembre, llovía. E iba sin audífonos; me gustaba escuchar el plaf, plaf, de mis zapatos en los charcos cuando rebotaban en el piso. Había veces que me movía la tristeza, otras veces me movía la rabia, la alegría también es buen combustible.



Hubo un día, que me puse mis zapatos negros para correr, mi sudadera naranja y los shorts negros y salí a correr. Entonces la vi, me llamaba la arena, era casi de noche y había mucho viento, las palmeras estaban casi paralelas al piso de lo mucho que el viento las movía, la arena formaba muros con el viento y las el sonido de las olas lastimaba los oídos; la playa había preparado ese momento perfecto para que me encontrara con ella. Me quité los zapatos y corrí en la arena, corrí y corrí hasta que no pude más, fueron varios kilómetros de sentir la arena quemándome los ojos, los vidrios enterrándose en mis pies, el sudor manchando mi sudadera, el mar entrándome en los oídos. Fue el momento más feliz de mi vida.

Terminé mi carrera y lloré. Lloré todo lo que no había llorado por todas las cosas que había perdido por no hacer lo que hice precisamente ese día: Seguir adelante a pesar de todo.



Es tan fácil darse por vencido, digo, sólo tienes que detenerte y regresar a casa. Es fácil, la vida va a seguir si te detienes, nada cambiará, para qué correr? Para qué seguir? No vas a ningún lado de todos modos?

No. No hay que correr porque cambie algo, no hay que seguir para demostrar algo, no hay que moverse para llegar a algún lado.



Hay que correr porque ahí está el camino. Sólo por eso. Y seguir, seguir, seguir.

Me sangraron los pies. Pero ese día no corrí con ellos, corrí con mi alma y el camino me lo recompensó con el regalo más divino: Realidad, catarsis.

Llovizna

Cuando paso por el paseo de las virtudes y siento la mirada de Fortaleza, Templanza, Justicia y Prudencia sobre mi cabeza siempre busco en los reflejos de las ventanas a aquellos amantes que recorrieron juntos las calles empapadas de jazmín y buganvilia. A veces creo mirarles sentados en las bancas que están sobre el ágora de la ciudad o asistiendo a alguna función de teatro, comprando los boletos para el cine o haciendo la despensa en un lugar cerca del cementerio.

Los busco en los parques y en los restaurantes, los busco en la ciudad y los busco en los bosques. Hasta cuando estoy solo en mi habitación busco a aquellos amantes que fueron tan felices y se amaron tanto, tanto. Me pregunto a menudo, si habrá alguna manera en que alguien pueda regresar a su pasado y sólo ser testigo de él, dejarlo prístino y tal como es (fue); sólo observarlo, me pregunto si paseando por esta ciudad encontraré al amante que antes fui y a la amada que solía amar. Me pregunto si ellos podrán verme a mí. Dicen que cuando te asomas al abismo el abismo también se asoma en ti.

 A veces pienso que el olvido fue misericordioso y me dejó como memento una cáscara de lo que fue, para mí, una gran historia, el fruto más dulce, la derrota más dura. Me dejó una cáscara y una cicatriz, me pregunto si así como tengo esta tendré más. A veces pienso si podré ser capaz de ser aquél amante que solía ser, un poco menos sensato, un poco más seguro. ¿Qué si cambiaría mi poca experiencia por la anterior inocencia? Cualquier día.



A veces pienso que entregué todo, a veces pienso que me da miedo volverlo a hacer, a veces pienso que lo que pasa en realidad es que ya no hay nada que entregar. A veces pienso que nunca actúo. A veces pienso que no debería seguir buscando a esos amantes en las calles de la ciudad. A veces me pregunto si existieron siquiera.

A veces te encuentro.

A veces te encuentro
En el olor de las guayabas
En las sonrisas de los niños
En las nubes lejanas

A veces te encuentro
Cuando llueve en mi habitación
Cuando hay niebla en mi pecho
Cuando las aves emigran
de los nidos de mi balcón

A veces te encuentro
Cuando mis dedos gritan
Y me piden tocarte
Y esculpen en tinta
tu cuerpo lejano

A veces te pierdo
Entre montañas de papel
En los castillos aéreos
En las pláticas de amigos
Te pierdo en mis costumbres
Pero a veces te encuentro.

Y cuando te encuentro
Me pierdo yo.

Típico.

Me caga ese slang de mi generación. Sobre todo el "típico que". Saben qué es típico?

Típico que naces en un mundo que debería ser amable contigo y no lo es, ni si quiera es hostil, al mundo le vales madre. Típico que crees que hacer lo que se espera que hagas solucionará tus problemas, así que te embarcas en una aventura para estudiar y te alejas de la gente que quieres y dejas de hacer las cosas que antes se te hacían divertidas para "crecer y madurar". Típico que terminas en un trabajo que odias y ganas dinero, lo gastas en cosas inútiles que te dan un falso sentido de pertenencia. Típico que te esfuerzas por buscar y buscar en el mundo quién eres, ves el espejo y sólo ves una oveja. Típico que de tanto vivir en este desmadre te vuelves nihilista y te preocupas sólo por el ahora, ves tus excesos como aventuras y no te preocupa si el día de mañana serás sólo un cascarón sin alma. Típico que eres como miles y miles de personas que no pueden ver más allá de su vida y fascinarse por la realidad que hay afuera. Típico que el arte y la ciencia son esfuerzos inútiles por entender el mundo, porque no dejan dinero. Típico que te quejas y te quejas del estado del mundo, pero estás demasiado cómodo como para hacer algo al respecto. Típico que piensas que las cosas se solucionan solas y que la libertad no implica responsabilidad y lucha. Típico que sabes que eres un esclavo, pagando para que te enseñen a cargar piedras, para poder pagar tu jaula y tus herramientas. Típico que cuando ya no puedas cargar piedras el mundo te escupirá y serás sólo un desperdicio de carbono, un envase de coca cola vacío. Típico que aún así te levantarás mañana y vivirás la aventura de bañarte, ponerte el traje y salir a trabajar/estudiar, como lo haces todos los días, como lo harás toda tu vida. Típico que sabes que esto no es vida, que eres un número, que las excusas que te das para justificar tu existencia son mentiras. Típico que quieres un cambio, pero eres demasiado flojo para buscarlo. Típico.

Típico que Dios está muerto. Típico que te vale verga, la juventud está condenada a caminar por la misma senda que sus ancestros. Típico que un hombre pierde la razón unos instantes y se quita la máscara a las dos de la madrugada.

Hamburguesas y Espagueti. Parte 2

La memoria genética es algo muy cabrón, en realidad sorprendente. Digo, tenemos en nuestro cabello, piel, órganos no sólo características individuales, también cargamos con los vicios, costumbres, paradigmas y hábitos de nuestros antecesores. Yo sé que juego a la ruleta rusa cada vez que salgo de juerga, Carl Jung y Lamarck me lo recuerdan constantemente. Pero me volé los sesos genéticamente al caer en los peores vicios de la familia Bautista y la familia Vera:

Amor.



Me gustan las hamburguesas, no son mi comida favorita, pero me gustan, MUCHO. Se me hacen de los mejores inventos, son sencillas y deliciosas, algunas son grasosas otras tienen mucho queso, a mi no me importa, me gustan las hamburguesas.

Y también soy un hombre que ha viajado un poco. No he viajado por el mundo, pero puedo decir que he estado en varios estados del país. Y en todos mis viajes buscaba la mejor hamburguesa, si iba a un restaurante, decía si era bueno o no por la calidad de sus hamburguesas. Había un restaurante que estaba en la carretera de Campeche a Mérida que. hasta hace poco, se había llevado el premio de la mejor hamburguesa que había probado, la carne la hacían con arrachera molida y el pan sabía a GLORIA, ¡A GLORIA LES DIGO! Se llamaba la Ceiba, si lo ven, párense.



Esa hamburguesa estuvo invicta por mucho tiempo. Hasta que tuve una novia. Y la amé. La amé con toda la intensidad con la que se puede amar en esa edad tan loca que es la adolescencia. Ella vivía en Xalapa.

Yo siempre he ido a Xalapa porque la familia de mi padre es de allá, es de mis ciudades favoritas, por el clima y la cultura. Y por sus hamburguesas, hay unas que se llaman "La española" que están cerca del parque Juárez, las hacen de ternera y la carne se deshace de lo sabrosa. No miento. Si las ven, párense.



Pero un día, no teníamos mucho dinero, decidimos ir al supermercado a ver que nos podía alcanzar con 50 pesos. Nos moríamos de hambre, ella había pasado todo el día en la universidad y yo pues... Yo había pasado todo el día picándome los ojos, esperando a que saliera de la universidad. Ya en el super vimos un local de hamburguesas, no se veía como la gran cosa, pero había una cartulina verde con letras en marcador permanente que decía: "Hamburguesa, papas y refresco $25".


La convencí de comer ahí, atendía un hombre gordo, gordísimo, recuerdo haberle dicho a la entonces dueña de mis quincenas que si estaba tan gordo era porque sabía comer y si sabía comer, sabía cocinar.


Las hamburguesas llegaron. No se veían la gran cosa y las papas eran esas que venden congeladas en los price clubs. Y la probé. Y oh Dios, OH DIOS. Era LA hamburgesa, la cosa más rica que había probado en toda mi vida. Y ella pensaba igual. Estábamos tan, tan enamorados...


Cuando estaba hablando de esto con mi padre, dio la casualidad que estábamos en Xalapa y teníamos hambre. Pasamos cerca de un local simplón con un letrero de cartulina verde con letras en marcador permanente. Y mi padre sabía que iba a pedir esa hamburguesa.


Recuerdo su cara, se río mientras se iba la emoción del rostro y sólo me dijo unas palabras en francés:
 

La Persistance de la mémoire.







Sabía a nada.


Espagueti y Hamburguesas. Parte 1

Una vez platicaba con Rafael Bautista padre sobre como era la vida cuando él y mi madre eran novios. Me dijo que el amor no le cambia la vida a uno, pero sí la percepción, dice que nos hace más nobles y complacientes. Me dio un ejemplo.


Cuando él y ella eran novios, mi madre hacía el internado médico en Veracruz y él trabajaba en Xalapa (media hora en camión) y él iba a verla los fines de semana, pero en ese entonces no ganaban mucho los dos y a menudo se quedaban sin dinero.

Me contó que un fin de semana sólo tenían dinero para una comida, y decidieron comprar una pizza en Angelotti (no sabía que Angelotti era tan viejo), pero mi padre es una persona carismática y logró que les regalaran una orden de espagueti a la marinera. El caso es que comieron, pero aún tenían hambre; sólo quedaba el cartón de pizza y el papel aluminio del espagueti. Dice él que agarró el espagueti y mi mamá lo detuvo y le dijo: "No lo tires" mi papá se le quedó viendo y le preguntó por qué. "Porque quiero lamer lo que queda del espagueti".
Mi papá se río y le dijo que había agarrado el aluminio para lamerlo él.



Me contó que había sido la vez que más rico le supo un espagueti y que ha ido a muchos restaurantes muy caros y muy lejanos, pero nada le supo igual que ese espagueti, tal vez era el hambre, tal vez fue la pobreza, pero mi padre hablaba del espagueti como si lo hubieran hervido en las lágrimas del niño Dios.


También me contó que hace poco, por su trabajo, regresó unos días a Veracruz y pasó por un Angelotti, pidió una pizza individual y le hizo plática a la mesera (mi padre es incorregible) y terminó contándole el incidente del espagueti (no, no el disco de Guns n Roses). La tipa de seguro pensó "Qué señor más simpático" y le regaló una orden de espagueti a la marinera.


Me contó que terminó sus labores, regresó a su hotel y decidió cenarse el espagueti, tenía años, lustros quizá, sin probar el espagueti, en esas cosas él es como yo, sé que estaba emocionado.

Y me dijo que no le supo igual. Que le supo simple, que hasta lamió el aluminio como lo había hecho hace muchos años y... Nada. Fue entonces, me contó, cuando se dio cuenta que el amor le da y le quita el sabor a la comida, le presta y le roba el color a las flores (palabras de el médico Bautista, no mías). Mi papá es una persona sensible, se le salieron las lágrimas y entonces me pasó algo muy, muy chistoso.

Manicomia.

En mi mundo las estrellas están hechas de tinta
Las flores son de papel y todo es muy lento
El hielo se derrite con las luces de neón
Y el tiempo se arremolina en un embudo
Y se derrama en el núcleo, que es mi cama
El día se funde con la noche
Y el calendario de emborracha de tedio.


Donde vivo los susurros son llamados
En mi mundo no existen las ventanas
Los relojes dan mal la hora
Y los amigos lloran escondidos.
En mi mundo no existen las alarmas
Ni los gritos.


La melancolía es un estado del clima
Y aunque siempre hay sol
Casi siempre está lloviendo.
En mi mundo las estrellas están hechas de tinta
En mi mundo se desbarata el tiempo.

Euclides y otros demonios.

La trigonometría es un negocio muy cabrón y lleno de pendejadas poéticas y filosóficas; podemos aprender mucho de las rectas, elipses, parábolas y circunferencias con sus tangentes y sus cosenos.

 Pero hay algo que se me hace el dato más terrible de todos y me ha atormentado de una manera espantosa estos últimos días: Las rectas. Las tuyas, las mías. Todos somos rectas, estamos en una maraña gigantesca de rectas y no sabemos donde van a ir a dar. 



A veces pienso que las rectas paralelas son las más tristes de todas, tienen la misma pendiente y siempre van juntas pero jamás se cruzan y pueden pasar así toda la eternidad. ¿Qué sentirá la recta y = 3x + 10 al ver a su paralela tan cerca y no poderla cruzar?


¡Pero no! Las más tristes deben ser, definitivamente, las rectas perpendiculares. Se cruzan en el cuadrante exacto y durante una sola coordenada para seguir su camino y no volver a verse jamás. Por lo menos las paralelas se pueden asomar de cuando en cuando a ver a su compañera de pendiente, las perpendiculares están condenadas a un momento de gloria y de ahí a la soledad.


También pienso a menudo en las tangentes que se aproximan bastante a un círculo y nadie sabe si en realidad lo toca o no, digo, ¿En un sólo punto? ¡Mejor que se aleje! Bueno, al menos no son tan terribles como las secantes, a esas no les importa si tienes tu circunferencia completa, ellas llegan, te hacen un desmadre y no vuelves a estar completo.

Yo por eso digo, que lo mío, lo mío, lo mío, son las elipses. Sólo por la excentricidad.

Deus Ex Machina

Hoy es un gran día para la ciencia.
Después de meses y meses de ensayos, de experimentos, fracasos, pruebas, pequeñas victorias e innumerables cálculos por fin he terminado mi máquina. ¡LA MÁQUINA!

 He decidido llamarla "La máquina de Baus" ¿Por qué? Bueno, porque tiene partes mecánicas (como cualquier máquina) y porque es mía, y yo soy Baus. Soy bueno para las máquinas, pero no se me dan los nombres.



Aquí anexo uno de los miles de planos que hice:


 Como pueden notar, parece un tanto difícil de manejar, pero no se dejen engañar! Es tan sencilla que un hasta un hombre diabético de mediana edad podría utilizarla! Es más, el mercado al que está dirigida son hombres (y mujeres, no es una máquina de misoginia) de mediana edad con diabetes!



Cuenta con tres capacitores de flujo y al llegar a los 7.3 gigawatts puede... *lo interrumpe un lector*

Lector: Pero, Cerrado, ¿Qué hace tu máquina?

Ehm...

Ehmm...
*le dispara*
.

.
.
.
.
.
.
.
*sale corriendo en ropa interior*

El fantasma de las escaleras.

A menudo pienso en lo genial que sería dormir y soñar por mucho tiempo. Explorar los pasillos de mi inconsciente y conocerme mejor, hojear los libros que he leído en mi vida real, verlos exactamente como son, conocer el significado de los símbolos que veo a menudo en mis ratos oníricos, los delfines, las sábanas, las fuentes.


Me imagino soñando por 60 años, envejecer en mi mente y despertar para seguir teniendo veinte años, sólo que un poco más sabio, sensato, probablemente un poco más loco. Me imagino una casa grande, tapizada de libros y pósteres infográficos, planos de máquinas que no existen, en mesas grandes, llenas de lápices, juegos de geometría, tablas. En la casa hay un ático con una ventana que da al jardín y ahí hay cientos de miles de lienzos blancos y todos los colores que he visto, hay también, en el sótano, una gran sala con todos los instrumentos que conozco, oboes, guitarras, violines, clarinetes, flautas, violonchelos, saxofones, pianos...

Y hay un guía, un hombre de mirada seria y gélida, palabras cálidas y andar pesado. Es él el amo de llaves. El me enseña todos los cuartos que hay en mi inconsciente, incluso aquellos que están llenos de monstruos y figuras extrañas, que no quiero ver. Me enfrenta a ellos y me da las armas, pero no me dice como usarlas; yo ya sé como utilizarlas, sólo que no lo sé aún.


Hay muchas habitaciones en la casa, todas ellas ocupadas, la mayoría por mi simbolismo, pero algunas están habitadas por gente que conozco, o las ideas que tengo de ellos, mi padre, mi madre, mi abuela y mi familia, también están ahí mis amigos, a veces como camaradas, a veces como verdugos, casi siempre como compañeros de exploración.



Supongo que habrá muchos yo en la casa, supongo que todo seré yo en esa casa. Me pregunto si encontraré al Cerrado de 5 años, al de 10, al de 15? Aquellos que no le tenían miedo a aventurarse, con su confianza en el mundo intacta? Me estorbarán o me enseñarán cosas que preferí desaprender?  Los dejaré ir? Me dejarán ir?

Sé que la casa tiene apenas veinte años, pero... Se siente tan... Vieja. Y al mismo tiempo se siente prístina, como un árbol de raíces muy profundas. Es una casa conocida y extraña, como si fuera una palabra que existe en otro idioma que se pronuncia igual pero tiene significado distinto, como un espejo convexo, un familiar lejano. Una casa en la cual abriré cada una de las habitaciones y beberé todos sus secretos, aunque me cueste la cordura.



Una visita a uno mismo... Te puede convertir en algo que no eras?

W.E.H.

Me gusta mucho leer poesía.
Tengo varios poemas favoritos, "el docto astrónomo" de Walth Whitman, "el cuervo" de Poe, "mi corazón me recuerda" de Sabines; me gusta recordarlos y recitarlos cuando me levanto o antes de irme a dormir.
Pero hay uno en especial que tengo tatuado en los párpados y me ha acompañado por un largo rato: Invictus de William Ernest Henley.

Sí, sé que está muy trillado, pero es sin duda mi poema favorito.

Me gusta porque me pone entre la espada y la pared y me dice: Eres el amo de tu vida.

Y me pongo a pensar...

Hasta ahora he vivido de la manera en que me gusta hacerlo. Las cosas que me he propuesto, las he conseguido, he conquistado y he hecho de mi vida mil veces una victoria y mil veces más una derrota; pero ha sido por mi, ha sido por mi esfuerzo, por mi dedicación. Si la he cagado, jamás he hecho responsable a nadie más que a mi mismo, y si triunfo no me olvido de los que estuvieron ahí conmigo. Creo que es algo de lo que me he dado cuenta en estos escasos 20 años: Todo mundo quiere estar contigo en tus victorias, pero cuando el chorizo te habla por teléfono, verás que muchos se van y te quedarás prácticamente solo. Y no es algo malo! Al contrario, si estás solo te das cuenta lo mucho que cuesta salir de la mierda, te das cuenta que es una joda y que muchos se quedan allí, te das cuenta que tú y tú nomas lograste salir solito de ese estanque. Y que eres más fuerte de lo que piensas. Digo, se necesita ser un chingón para nunca tropezarse, pero se necesita ser chingón y medio para levantarse.

Bien me decía mi padre: El que no se equivoca (y lo admite), nunca crece. Es necesario darte en la madre para crecer, son tus cicatrices las que te dan fuerza, los golpes que te dan las circunstancias quitan de tu espalda equipaje que no necesitas. Y el viaje se hace más ligero.
Sólo tienes que perder el miedo a caer, y tienes que aprender a levantarte.

El proceso de crecimiento siempre es doloroso, porque somos cincel y mármol al mismo tiempo. Si no se nos quitan pedazos, jamás sabremos que yace detrás de ese chingo de roca.