Güimen

Me han llamado misógino infinidad de personas: amigas, maestras, primas, compañeras de trabajo. Sin embargo no me lo dicen como reproche, ya que cuando hablo sobre la situación de las mujeres (ojo, la situación, no LAS mujeres) trato de mantener mi opinión lo más al margen posible y decir lo que hay. Y no me tomo a mal que me digan misógino, yo no soy misógino. Al contrario, me encantan las mujeres, si por mí fuera estaría todo el día encerrado con mujeres desnudas y desnudo yo también porque, igualdad. ¿No?

(Sí, soy algo misógino)

Pero no me doy cuenta. Y ustedes tampoco se dan cuenta cuando son misóginos y las mujeres no se dan cuenta cuando son misóginas. Porque los individuos no somos misóginos, el ambiente es el que odia a las mujeres. O no le importan las mujeres, yo que sé.

Hagamos un ejercicio, ¿les parece?

Abramos todos dos pestañas en google. Busquemos en la primera Man of the year y en la segunda woman of the year.

¿Quién aparece en la primera? ¿Obama? ¿Vladimir Putin? ¿Mark Zuckerapellidojudío?

Y ¿Quién en la segunda? ¿Katy Perry? ¿Selena Gomez? ¿Gloria Trevi?

Fácil. Ahí vemos lo que la sociedad le exige al hombre. Tiene que ser poderoso, inteligente, rico, exitoso y sí es apuesto es algo irrelevante. Ahí tienen a su superhombre, ¿No les daría miedo encontrarse al segundo de esa lista en un callejón oscuro? ¡Claro que sí! Saben bien quién es. Es alguien que se definió así mismo y cambió algo. Minúsculo a lo mejor, tal vez no haya cambiado algo para bien, pero hizo algo.

En cambio. ¿Qué se le exige a la mujer? Fácil. Que esté buenísima laijadesupuctamadre.
Nada más.

No tiene porque ser inteligente. No tiene ni siquiera porqué hablar, existe el autotune. No tiene que esforzarse por escribir, digo... Pero mírenla, ¡Qué buena está, la cabrona!

Eso se le pide a la mujer del año. Que sea un objeto masturbatorio de los miles y millones de hombres que no son hombres del año. ¿Quieren ser las mujeres del año? Pónganse buenas y sonrían. A nadie le importa lo que piense la mujer del año.

Y no sólo en sus exigencias es cruel este ambiente. Es cruel en su desarrollo.

La mujer del año, o mejor aún, las aspirantes a mujeres del año (ustedes chavas que quieren estar buenotas pal verano), con el tiempo pierden valor. Literalmente, valor económico.
Las cosas en las que invierte la mujer del año son boletos de lotería; sirven para sólo una fecha y nadie asegura que te saques el gordo (literalmente, en este caso).

Todo está en el papel que llevan en el mercado sexual, no son accionistas: son los bienes.
Ustedes no compran, son compradas. Son una inversión a corto plazo.

En 20 años el valor de una aspirante a mujer del año se vuelve microscópico. Las arrugas, la edad, la neurosis de saberse un objeto termina venciendo lo rico que se movieron anoche.

Y al hombre del año no le pasa eso. Un hombre del año puede ser un fracasado, pero su verdadero valor en el mercado sexual alcanza su cúspide a los 35 y 40 años. Estabilidad económica y social pero sobre todo, mental, en contraste con su contraparte histérica (por histerión, útero, no por la enfermedad mental).

El fracaso de la mujer del año consiste en que engaña a la muchacha para que haga malas inversiones. Coger por estudios, ser madre por ser puta, ser irresponsable por ser divertida.

¡Pobre mujer del año! Le pica pero no sabe donde rascarse. Sabe que algo no está bien pero no sabe qué es. Y es eso, es que no sabe. Lo que sabe es lo que conoce y lo que conoce es que todo mundo se la quiere tirar. Es como una pizza, ¡Qué rica la pizza! Sabrosa, rica, jugosa como la mujer del año. Pero la pizza se come. Pobre pizza, destinada a desaparecer por ser sabrosa, como la mujer del año.

Lo bueno es que no todas las mujeres son mujeres del año. Píquenle a la segunda página de google en su búsqueda por la mujer del año. Miren a esas mujeres, las ignoradas. Las que nadie voltea a ver. Angela Merkel, Patricia Greenfield, Dilma Roussef, e incluso las que no aparecen en Google. Esas mujeres que están en casa educando a una generación, las que se muerden la mitad del útero para sacar a sus chamacos adelante y darles una buena educación para que sean hombres del año y no sean mujeres del año.

En el mundo también hay mujeres de a de veras. No esas barbies de plástico que venden en Walmart. Hay mujeres que se definen a sí mismas. Mujeres que saben ser mujeres y no dejan que los hombres del año les digan como tienen que ser. A esas mujeres les vale TRES CUARTOS DE VERGA si soy misógino o no.

Día del Psicólogo.

En el 2009, el Dr. Emilio Ribes Iñesta publicó un artículo sobre la situación de la psicología en México. En éste expone que tenemos un psicólogo por cada 1000 habitantes en México, que sólo el 30% de estos psicólogos tienen un empleo fijo y de éste 30% sólo el 10% trabaja en algo relacionado con la psicología.

La psicólogo egresado en México se tiene que enfrentar a un panorama laboral muy hostil. Hay pocos empleos y muchos de éstos son mal pagados. Algunos optan por la práctica privada de la psicología clínica, pero ésta no es una fuente de ingreso constante.

 Una de las razones por las que no hay trabajo para los psicólogos es que nadie sabe en realidad qué es lo que hace un psicólogo. Muchas veces ni los mismos psicólogos saben qué es lo que hacen. Los programas de estudio en psicología a menudo se concentran en que el estudiante aprenda a dominar y a interpretar instrumentos psicométricos, convirtiendo a lo que debería ser un científico de la conducta y los procesos mentales, en un simple técnico lumpenizado. No hay verdadera formación epistemológica en las instituciones encargadas de formar psicólogos.  Evidencia de ésto son los miles y miles de planes de estudio que existen de psicología en México, la carencia de bibliotecas especializadas en psicología y la poca validez que tienen las investigaciones en psicología que se realizan aquí.

 Un estudiante de psicología puede terminar la carrera en una universidad promedio sin haber leído más de un libro por semestre, y éste no tiene que ser de psicología.
 Los maestros que vienen formados en una escuela de psicología que, para empezar, no se formó con psicólogos (en la primera carrera de psicología que hubo en México, en la UNAM, no había un solo psicólogo dando clases) y no les exigen a sus alumnos comportarse como psicólogos, porque ellos tampoco han visto uno en su vida. El psicólogo en México nace entra a la escuela y sale de la misma manera, sólo que con un montón de información (ojo, no conocimiento) revuelta en su cabeza que a veces forma oraciones coherentes. Y como crecen en la escuela de la "libre asociación", creen que lo que dicen es igual de válido que lo que es.

Y éstos alumnos salen al mundo laboral esperando ser obreros, pero se les resbalan las herramientas de las manos. Sí, todos conocemos a un psicólogo que gana un montón y que es un súper exitoso económicamente. Pero, deberíamos preguntarnos: ¿realmente consiguió ese trabajo por sus habilidades de psicólogo? ¿Podría realizar el mismo trabajo sin haber ido a la universidad? ¿Haciendo una investigación rápida en internet?

Justamente ahora hay licenciados en psicología dando acompañamiento terapéutico a clientes sin haber tenido una buena formación clínica. En otros países, donde se ha desarrollado la psicología, uno no puede dar terapia sin haber tenido estudios de posgrado o especialidad en psicología clínica. Y eso afecta mucho a la imagen que la sociedad tiene de nosotros, se nos ve como incompetentes, enfermos mentales y lo somos. Lo somos porque no se nos da una buena formación y se nos da atole con el dedo, y tampoco nos interesa buscarla. Se le da esa falsa sensación de seguridad al estudiante de psicología de que lo sabe todo, de que no necesita leer. De que saliendo de la carrera será un Piaget, un Vigotsky, pero no hay nada más lejos de la verdad. Porque ni siquiera han leído a Piaget o a Vigotsky.
Queramos o no, la clínica es el estandarte que nos representa. Cuando dicen psicólogo no nos imaginamos a un señor yendo a escuelas investigando sobre cooperación o sobre identidad, nos imaginamos a un tipo escuchando a un cliente en un diván.

No hay mucho que celebrar en el día del psicólogo en México, para empezar, porque no hay psicología en México. Aquí sólo consumimos información arcaica que se le cae a otros países de la boca. Y sólo tenemos acceso a estas sobras (que vienen de países atrasadísimos en psicología como España o Argentina), porque la barrera del idioma. Uno no puede ser psicólogo sin leer en inglés. Toda la psicología está escrita en inglés.
No hay mucho que celebrar porque no representamos lo que debería ser un psicólogo, seguimos trabajando con herramientas y paradigmas obsoletos. Y, me atrevo a decirlo, no hay nada que celebrar porque muchos psicólogos no saben ni qué carajo están estudiando. No pueden definir lo psicológico.


Y no me hagan hablar del psicoanálisis. Que para empezar no es psicología. Y es más un contrato social a un conocimiento válido, es un club, no una escuela. No existe tal cosa como la validez en el psicoanálisis y que un psicólogo lo utilice a como a él se imagina que es, es irresponsable y, honestamente, me da asco.
Sí, Freud fue un genio, pero tenemos que tomar en cuenta que todo el conocimiento está condicionado por la situación temporal, espacial, social, cultural y hasta biológica. Lo que él observó ha cambiado y cambia hasta por la situación geográfica. NO ES VÁLIDO.

Ya.



Feliz día del psicólogo.

Sueños

La abracé muy fuerte y le dije: "Me da mucho gusto que aquí no hayas cambiado."
"Pues, aprovecha. Porque allá sí cambié."

Los dos sabíamos que yo estaba soñando. O sólo yo.

Después de eso, desperté.