El no hacerlo llevaría al individuo a perder cualquier voluntad de seguir viviendo. En el caso de la Fe, esta voluntad sería la promesa de un amor incondicional y una vida mejor después de la muerte (otro sinsentido); En el cinismo, incordiar a los demás.
Sea cual fuese el caso, uno se tiene que enfrentar al hecho de que no podemos entender ni justificar nuestra existencia, que estamos determinados por cuestiones que no elegimos (sexo, raza, posición geográfica, cultura...) y que cualquier tipo de libertad que podamos imaginar no es más que una ilusión, y que lo más cercano a ésta es el conocimiento de que podemos terminar con nuestra vida en el momento que nos plazca.
Si decidimos no hacerlo, es importante recordar que cualquier tipo de analgésico espiritual perecerá en poco tiempo y que lo único que puede aliviar realmente ese malestar es encontrar a alguien con quien compartir nuestros achaques.
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