Verla abrirme la puerta era como si alguien apagara el frío y la lluvia de afuera.
Cuando ella abría la puerta, abría dos puertas.
Verá, había una en la casa y había una en mi pecho.
La de mi pecho hacía que el calor entrara y la de la casa, que el frío saliera.
Y cuando salíamos a caminar, nunca le ponía candado.
Porque yo siempre la amé con la puerta abierta.