Cuando llega uno a los temidos (o esperados si eres una niña que quiere depender toda su vida de sus padres) veintitantos, uno se encuentra con otro desengaño de esos que hay en todos lados en la vida. Sólo que este es de los mas difíciles de aceptar: uno no es una buena persona.
Ya llegando a los 20 uno empieza a vislumbrar este hecho, cuando ya se ha hecho llorar a más de una pareja o cuando se siente culpa por el ingreso de nuestro mejor amigo a una mejor universidad que a la local que vamos a asistir nosotros; sin embargo es a los veintitantos cuando ya uno tiene suficiente evidencia empírica como para darse cuenta del tipo de mierda que es.
Y eso está bien, porque además te das cuenta de lo fácil que puedes hacerle daño a la gente y buscas la manera para evitar hacerlo, pero no porque en realidad te interese mejor persona, no no no, ser mierda sin darse cuenta es lo mejor del mundo, pero evitas serlo para no sentirte tan mal contigo mismo. Y eso nos hace avanzar.
Sin embargo también es un momento crítico. Si no aceptamos en esta etapa nuestro ser con todo lo culeros, saltabardas, comecuandohay, aprovechados y mierdas que somos, jamás volveremos a tener la oportunidad de hacerlo. Y vamos a pasar toda la vida siendo una mierda sin saberlo. Y aunque la gente nos lo diga no nos va a importar porque en el fondo vamos a creer que en realidad somos buenas personas y que hacemos nuestras culeradas solo a gente que se lo merece. Y ese es el peor tipo de muerda que hay.
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