Ojalá.

Toma mi cuerpo y envuélveme en ceniza
De las flores que de él brotaban sólo quedan cardos
La distancia convirtió sus pétalos en níveos cristales
No es dicha pensar que sólo extraño tu carne
Es sufrir el pensar que no son naves las calles
Y no me llevarán al instante deseado, tan viejo
Como las cenizas de nuestra hoguera
que llevan frías tanto tiempo y nunca hemos querido recoger
Oh, ternura que me has abandonado
si pudiera regresar a ese instante
donde tuve tu carne y besé tu sexo
y pudiera verme, húmedo y desnudo
no sabría si detenerme a preguntar
si sólo buscaba en ti calor, piel y humedad
o seguir fingiendo que las flores serían bellas todo el año.

No sé porqué te evoco en mis más desoladas veredas
ni porqué te ausentas en mis pequeñas victorias, frágiles mausoleos
testigos de una vida vacía que sólo ha tenido un vago instante de luz,
que hoy, en mi noche más fría, cuestiono y dudo que haya pasado en verdad.
Jamás extraño tus manos si no es cuando arañaban mi espalda
y no pienso en tu boca si no es cuando quemaba mi cuello
Ni en tus palabras si no gritaban mi nombre con ese tono tuyo
entre locura y piedad.

Hoy que me tienes tan vulnerable, desnudo más allá de las ropas
decidiste ahorrarte el tenerme de nuevo y marcharte
sabiendo que tomaste todo lo que podías tomar
cuando te dejé entrar al jardín de mi pecho a cortar las flores
que en él crecían, con tus tijeras de mujer y cristal
Delicados verdugos que me ataron con cuerdas invisibles
a tus muslos, a tus senos y a tus dientes mordiendo mi boca.

Ojalá no vuelvas más.