Verla abrirme la puerta era como si alguien apagara el frío y la lluvia de afuera.
Cuando ella abría la puerta, abría dos puertas.
Verá, había una en la casa y había una en mi pecho.
La de mi pecho hacía que el calor entrara y la de la casa, que el frío saliera.
Y cuando salíamos a caminar, nunca le ponía candado.
Porque yo siempre la amé con la puerta abierta.

Mi primera historia de fantasmas.

Me gustaba. La veía todos los días. Jamás hablábamos. Le sonreía, me sonreía. Un día la saludé con la mano. Ella también me saludó. Ahora siempre la saludaba. Jamás le dije nada. Nunca le hablé. Ayer se comprometió. Se va a casar.