La gente es mal educada y la comida pocas veces es buena, no hay lugar donde uno pueda decir que se siente bienvenido o en casa, la gente siempre tan apretujada y en tanta cantidad sin embargo siempre tan sola en esa cárcel de asfalto, surrealista en cierta manera, entrando se ve la pobreza impresionante pero como se acerca más al centro se ve una ciudad cosmopolita con Starbucks en cada esquina y gente caminando con trajes de Armani y zapatos Ferragamo o conduciendo Mercedes o MG. Y la gente que se queda atrapada en medio, son personas extrañas e igual de solitarias.
Tal vez por mi costumbre de sentarme en una banca en la calle a ver pasar a la gente e inventarles historias siento eso, pero la gente de el D.F. siempre me inspiran el mismo tipo de cuentos, de soledad, frustración y de humo.
Sin embargo lo que me atrae del D.F. es su inmensa melancolía, una vez fui a Tlacotlalpan (como se escriba) fuera de temporada turística y, aunque no lo parezca en temporada alta, era un maldito pueblo fantasma, viejitos sentados en sus pórticos esperando a que pasara su funeral, niños jugando con piedras y perros por todos lados, pensé que no había lugar más triste y solitario en todo el mundo, pero ahora que he adquirido un poco mas de consciencia sobre lo que es la soledad me doy cuenta que no hay lugar más triste y solitario como el D.F. la gente tan sola y tan acompañada, no, me da mucha melancolía viajar para el centro y norte del país.
Siempre viajo al D.F. en esta temporada del año, hay un congreso de medicina y siempre me quedo en un hotel cerca del centro médico se llama Lisboa algo así, esta bonita la zona, hay una plaza pequeña justo en frente del hotel y un buen restaurante de comida casera, (no tan rico como los de aquí pero bleh...) y muchas librerías viejas, siempre se ve a los estudiantes o médicos caminar por la calle en sus batas blancas y sus zapatos de médico, parecen pequeñas hormigas blancas desde la habitación donde siempre nos quedamos.
Me gusta mucho el Distrito Federal, es de mis ciudades favoritas, me gusta el metro y su olor a soledad, me gusta ver a la gente caminando e imaginarme sus sueños rotos, sus ganas de huir a la costa y de ver el mar, me gusta dedicarles una sonrisa como diciéndoles:
En el mar, la vida es más sabrosa.(8)