A menudo pienso en lo genial que sería dormir y soñar por mucho tiempo. Explorar los pasillos de mi inconsciente y conocerme mejor, hojear los libros que he leído en mi vida real, verlos exactamente como son, conocer el significado de los símbolos que veo a menudo en mis ratos oníricos, los delfines, las sábanas, las fuentes.
Me imagino soñando por 60 años, envejecer en mi mente y despertar para seguir teniendo veinte años, sólo que un poco más sabio, sensato, probablemente un poco más loco. Me imagino una casa grande, tapizada de libros y pósteres infográficos, planos de máquinas que no existen, en mesas grandes, llenas de lápices, juegos de geometría, tablas. En la casa hay un ático con una ventana que da al jardín y ahí hay cientos de miles de lienzos blancos y todos los colores que he visto, hay también, en el sótano, una gran sala con todos los instrumentos que conozco, oboes, guitarras, violines, clarinetes, flautas, violonchelos, saxofones, pianos...
Y hay un guía, un hombre de mirada seria y gélida, palabras cálidas y andar pesado. Es él el amo de llaves. El me enseña todos los cuartos que hay en mi inconsciente, incluso aquellos que están llenos de monstruos y figuras extrañas, que no quiero ver. Me enfrenta a ellos y me da las armas, pero no me dice como usarlas; yo ya sé como utilizarlas, sólo que no lo sé aún.
Hay muchas habitaciones en la casa, todas ellas ocupadas, la mayoría por mi simbolismo, pero algunas están habitadas por gente que conozco, o las ideas que tengo de ellos, mi padre, mi madre, mi abuela y mi familia, también están ahí mis amigos, a veces como camaradas, a veces como verdugos, casi siempre como compañeros de exploración.
Supongo que habrá muchos yo en la casa, supongo que todo seré yo en esa casa. Me pregunto si encontraré al Cerrado de 5 años, al de 10, al de 15? Aquellos que no le tenían miedo a aventurarse, con su confianza en el mundo intacta? Me estorbarán o me enseñarán cosas que preferí desaprender? Los dejaré ir? Me dejarán ir?
Sé que la casa tiene apenas veinte años, pero... Se siente tan... Vieja. Y al mismo tiempo se siente prístina, como un árbol de raíces muy profundas. Es una casa conocida y extraña, como si fuera una palabra que existe en otro idioma que se pronuncia igual pero tiene significado distinto, como un espejo convexo, un familiar lejano. Una casa en la cual abriré cada una de las habitaciones y beberé todos sus secretos, aunque me cueste la cordura.
Una visita a uno mismo... Te puede convertir en algo que no eras?
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