Llovizna

Cuando paso por el paseo de las virtudes y siento la mirada de Fortaleza, Templanza, Justicia y Prudencia sobre mi cabeza siempre busco en los reflejos de las ventanas a aquellos amantes que recorrieron juntos las calles empapadas de jazmín y buganvilia. A veces creo mirarles sentados en las bancas que están sobre el ágora de la ciudad o asistiendo a alguna función de teatro, comprando los boletos para el cine o haciendo la despensa en un lugar cerca del cementerio.

Los busco en los parques y en los restaurantes, los busco en la ciudad y los busco en los bosques. Hasta cuando estoy solo en mi habitación busco a aquellos amantes que fueron tan felices y se amaron tanto, tanto. Me pregunto a menudo, si habrá alguna manera en que alguien pueda regresar a su pasado y sólo ser testigo de él, dejarlo prístino y tal como es (fue); sólo observarlo, me pregunto si paseando por esta ciudad encontraré al amante que antes fui y a la amada que solía amar. Me pregunto si ellos podrán verme a mí. Dicen que cuando te asomas al abismo el abismo también se asoma en ti.

 A veces pienso que el olvido fue misericordioso y me dejó como memento una cáscara de lo que fue, para mí, una gran historia, el fruto más dulce, la derrota más dura. Me dejó una cáscara y una cicatriz, me pregunto si así como tengo esta tendré más. A veces pienso si podré ser capaz de ser aquél amante que solía ser, un poco menos sensato, un poco más seguro. ¿Qué si cambiaría mi poca experiencia por la anterior inocencia? Cualquier día.



A veces pienso que entregué todo, a veces pienso que me da miedo volverlo a hacer, a veces pienso que lo que pasa en realidad es que ya no hay nada que entregar. A veces pienso que nunca actúo. A veces pienso que no debería seguir buscando a esos amantes en las calles de la ciudad. A veces me pregunto si existieron siquiera.